LA ARRIBADA
La luna derramaba llamas blancas sobre la playa. Manchas oscuras, las tortugas flotaban en el mar. Reconocían su playa natal por la temperatura del agua, las corrientes marinas y la configuración de la costa. Como por arte de magia, el oleaje las depositaba aquí y allá. La playa era como una calle de grandes piedras en la que cada una de ellas se movía y resollaba.
Una tras otra, 7 tortugas emergieron de las olas. Lentas fuera del agua, recorrieron la playa arenosa para hacer sus nidos. Con pesados carapachos, se arrastraron hasta llegar a una parte seca, libre de vegetación, que la marea alta no tocaba.
Era la arribada más grande del año. Había tantas hembras que buscaban un sitio donde anidar, que chocaban entre sí o se encimaban una sobre otra. O cogían la dirección equivocada, llegando a la carretera. Aunque había algunas que no se atrevían a salir del agua, espantadas por el ruido de los motores de los barcos y por sus haces de luz, la cantidad de nidos era impresionante. Por lo visto, la anidación masiva continuaría hasta mañana.
Clara Caguama avanzó erráticamente por la playa negra, dejando un rastro de unos noventa centimetros de ancho. Con la garganta sentía la temperatura de la arena. Excavó un hoyo para hacer su nido. Pondría unos 90 huevos......
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